jueves, 21 de abril de 2011

sábado, 12 de diciembre de 2009

Respuesta a Posse sobre Criminalidad y Cobardía...

EL PAIS › OPINION
Sobre los dichos de Abel Posse Por Alberto Kornblihtt, Adrián Paenza *
No es cuestión simplemente de que el señor Posse se posicione en la vereda de enfrente del gobierno nacional. Lo importante es entender cuáles son los motivos por los que los sectores que él representa se oponen al Gobierno. A estos sectores, profundamente reaccionarios, lo que les molesta son políticas que consideramos positivas y al oponerse a ellas se oponen a conquistas sociales y ciudadanas logradas en los 25 años de nuestra joven democracia y que claramente trascienden al accionar de este gobierno. El señor Posse no tiene empacho en afirmar que la inseguridad no es consecuencia de la pobreza, de la falta de oportunidades de acceso a la educación o de la escasa inclusión social, sino de la falta de represión. En consecuencia pide más represión, más gatillo fácil y participación de las Fuerzas Armadas en dichas tareas. Nos urge a volver al orden de los cementerios propio de las dictaduras. Acusa a la Corte Suprema de Justicia de la Nación de ser un instrumento del caos y se lamenta de que ésta no adscriba a la teoría de los dos demonios. Es decir, Posse nos propone volver al pasado más negro de la Argentina y sugiere que lo que necesitamos es más dictadura y autoritarismo, porque lo que ya hemos tenido no fue suficiente para escarmentarnos. No hace falta decir mucho más para justificar por qué los que firmamos esta nota, docentes universitarios preocupados y ocupados por la educación, vemos con horror que este señor sea nombrado ministro de Educación del gobierno de la ciudad de Buenos Aires o, para el caso, de cualquier otro gobierno elegido democráticamente. * También firman Omar Coso, Alejandro Delorenzi, Gabriela Hermitte, Edith Kordon, Fernando Marengo, Lidia Szczupak y Osvaldo Uchitel.

Otras reflexiones para compartir de nuestro Ministro...

ZAPATILLAS CALIENTES, REMERAS SUDADAS Por Abel Posse(*) Para LA NACION - Miércoles 5 de enero de 2005
La tragedia ocurrida en la discoteca República Cromagnon nos obliga a una interpretación que trasciende la realidad de tanta muerte y de las posibles culpas. Centenares de jóvenes reunidos en uno de los tantos centros de desquicio se inmolaron en una tremenda llamarada que conmovió al país. Esa terrible antorcha ilumina hacia los cuatro puntos cardinales de la Nación la nada en que malvive buena parte de la juventud argentina. La llamarada de los inmolados nos muestra el mundo chato y sin salida de probablemente tres millones de adolescentes y jóvenes a la deriva, sin convocatorias ni vocaciones, excluidos en silencio en los márgenes de una sociedad que calla y no sabe integrarlos, positivizarlos. La tragedia señala la insoslayable realidad de nuestra caída educativa y cultural. Nos muestra el grado de improvisación y de indisciplina colectiva. El problema está más allá de la puerta de emergencia cerrada con cadenas o de la renovación de las inspecciones o de las supuestas responsabilidades de los políticos. Más bien se habla de estos aspectos para omitir la realidad del desbordamiento subcultural que padecemos. Los sacrificados representan esos miles de jóvenes que una o dos veces por semana se entregan al rito de saltar, gritar, sudar, emocionarse hasta el éxtasis ante el ruido estupidizante y las contorsiones de esas bandas de música estupidizadora, chamánica. Se acepta sin mayores comentarios esa fatalidad de sound and fury (el sonido y la furia) de las discotecas y bailantas. Los chicos sienten que afuera y durante la larga semana es el territorio de inexistencia y de frustración. En el enloquecimiento colectivo y la confraternización, encuentran una imitación de lo espiritual, de cierta plenitud. En ese otro mundo, penumbroso y ensordecedor, impulsados por el alcohol y las pastillas de moda, encuentran la exaltación vital que la sociedad diurna no sabe darles. En esa liberación patológica de energía y de afecto fácil encuentran alguna recuperación de la nadería de los estudios sin convicción y ante el escepticismo y las dificultades para acceder al universo del trabajo. Sienten que están en una tierra de nadie. Sobreviven incluso al margen en sus propios hogares. Nadie supo encender en ellos la pasión educativa, la cultura del trabajo o un sentido atractivo de la vida. Sólo al ingresar en la discoteca irán creciendo desde su aburrimiento a una exaltación vital al menos parecida a la de los avisos del hedonismo televisivo. Nadie los convoca. Los políticos no tienen respuesta. Se finge que todo es normal. Agredidos y expulsados por el sol del domingo, los padres los verán llegar como a demacrados vampiros, con sus zapatillas calientes y sus remeras sudadas. Descienden del éxtasis falso a la pura nada . Esta vez muchos no regresaron. Se sublimizaron en esa llamarada que ojalá nos sirva para una reflexión comprometida y extensa del tema, más allá del problema de las inspecciones y responsabilidades empresariales o municipales. La Argentina está sumida en una costumbre de indisciplina y de permisividad comodona. Las expresiones colectivas se cargan invariablemente de un tono agresivo, insultante. Sea una protesta gremial o piquetera, sean las barras bravas o un mitin político, todo asume una expresión simiesca. Saltos y cánticos idiotas, insultos fáciles. La constante es el bombo atronador. El bombo, el instrumento más primario de la sinfónica. ¿Quién hubiera podido contener a esos miles de adolescentes que buscaban el delirio, el desarreglo de todos los sentidos? El empresario del local imploró para que no encendiesen las bengalas y los petardos. Fue insultado. En la Argentina, toda transgresión parece digna de mérito. Toda llamada a la disciplina parece ejercicio de represión. El permisivismo de Estado (aparentemente una buena cualidad democrática) en el fondo oculta la cobardía del Estado. Para los políticos, desobligarse del mando es una forma de sobrevivir, escabullendo su presencia ante los problemas. Para los padres, desobligarse de la corrección y educación de los hijos es una comodidad que se paga cara. (QUE MIER.DA TE PASA PELO.TUDO???? QUE SABRAS VOS DE ALGO DE MI VIDA????A.M.) Tal vez es por esto que los padres de los jóvenes muertos y heridos se empeñan en encontrar un chivo emisario que los calme de su hipocresía de renunciantes. Si involucran al jefe de gobierno o al empresario, creen poder aliviar el tremendo dolor de la pérdida. No saben que la culpa pertenece a otro mundo. El dolor es absoluto, intransferible, insuperable. La justicia, entendida como venganza, en nada cambia el absoluto existencial de la muerte. Los padres, en su dolor, reiteran el esquema de exculpación personal y de inculpación de alguien que pueda cubrirlos de la responsabilidad que no supieron asumir ante sus hijos. (QUE MIER.DA TE PASA PELO.TUDO???? QUE SABRAS VOS DE ALGO DE MI VIDA????A.M.) Pero más allá del problema legal, la llamarada trágica del Cromagnon ilumina la indigencia juvenil y la enfermedad profunda de esta Argentina incapaz de enfrentar con coraje y movilizarse ante la evidencia de su caída educativa, cultural, espiritual.
(*) El autor es diplomático y escritor. Jueves, 06 de Enero de 2005 02:25 Tema: abel posse. http://mirandoalsur.blogia.com/2005/010602--hr-h2-u-zapatillas-calientes-remeras-sudadas-h2-u-.php

Reflexiones para compartir.... de nuestro Ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires...

Opinión
Criminalidad y cobardía
Abel Posse Para LA NACION
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Jueves 10 de diciembre de 2009 Publicado en edición impresa

El autor entregó esta nota antes de ser designado ministro de Educación de la ciudad de Buenos Aires. En ella, Posse, colaborador habitual de LA NACION, fija su posición sobre temas de seguridad y de uso del espacio público.
El ventarrón de criminalidad no cesa. El Gobierno tiene un Indec especializado en demostrar que no aumenta y que más bien está muy por debajo de otros países. Un ministro con inclinación verbosa y metafísica le dijo a la gente que padecíamos una sensación.
Lo cierto es que es el episodio que más nos angustia en este mar de frustraciones.
Los Kirchner hurtaron el tema, desde Cromagnon en adelante. Se deslizaron con indiferencia y prohijaron el vandalismo piquetero, el desborde lumpen, la indisciplina juvenil. Entregaron la calle. Pero ya con el enfrentamiento en la Panamericana por el tema de Kraft, las cosas cambiaron. Ahora, en las protestas vecinales reiteradas ellos están presentes en los insultos.
Los Kirchner lograron demoler el básico esquema constitucional de orden público y de ejercicio de la fuerza exclusiva del Estado para cumplir con la misión esencial de reprimir (que, según la Real Academia, significa "contener, refrenar, templar o moderar".)
Reprimir es obligación del Estado en cuanto "contención en acto del delito inminente". Se enfrenta al delincuente para garantizar la vida del ciudadano con sus libertades (la de circular libremente, por ejemplo) y sus bienes.
Entró, se filtró, o lograron infectar con un virus ideológico la garantía elemental de seguridad. Impusieron la visión trotskoleninista de demoler las instituciones militares y la policía, como vengándose de los años setenta, cuando una minoría se alzó contra el Estado para imponer una revolución socialguevarista, ajena y aislada ante la inmensa mayoría, empezando por el mismo Perón, los sindicatos y los partidos tradicionales. Sin embargo, con persistencia gramsciana, los guerrilleros que rodean a los K ?aunque ya estaban generosamente indemnizados por sus derrotas de los 70? lograron afirmar la tarea de demoler a las Fuerzas Armadas, lograr que los policías se sientan más amenazados e inhibidos en la tarea represiva que los delincuentes en su agresión y que la Justicia se ausente en este momento de crisis, sin reaccionar con urgencia ante la criminalidad reincidente y concediendo excarcelaciones a una gran cantidad de menores, incluso en casos de asesinato o uso de armas. Algunos miembros de la Corte deben creer que son niños equivocados y con animus iocandi. El Poder Judicial parece refugiado y silencioso, pese a la tormenta con la que la mala política del Poder Ejecutivo arrasa con los principios básicos del derecho. En estos años, el olvido constitucional nos lleva a la anarquía. El Estado es un instrumento para conservar el poder K. La sociedad tiene la sensación de habitar un país invivible, con una corrupción que nos ubica más bien por debajo de los cien países más corruptos del planeta. Los K nos llevaron tan lejos que ya nadie quiere hablar con claridad y coraje del camino de retorno indispensable que la Argentina tendrá que transitar, tarde o temprano. Muchos "garantistas" pagaron su lujo humanista con los cadáveres humanísimos de ciudadanos honestos acribillados delante mismo de sus hijos o padres, mujeres violadas y decenas de policías que mueren sin afecto oficial ni el respeto debido a su profesión imprescindible y peligrosa. Es curioso que, en la desnaturalización idiomática que viven los argentinos, los mismos dirigentes de la oposición hablen a media lengua y se fuguen hacia la prevención educativa, la recuperación del joven delincuente y la inclusión social. Son escamoteadores del tema, que se refugian en la indispensable acción recuperatoria, rehuyendo la batalla central. Mientras ellos quedan bien con la sociología indiscutible y omiten hablar de armas y medios de acción inmediato, todos los días nos revuelve y convulsiona la noticia del comerciante, padre, estudiante, baleado a mansalva por el asesino-joven (no el niño-asesino, porque cuando se asesina disparando sobre alguien indefenso, a los 14 o 16 años, no hay niño que valga, la entidad "asesino" prevalece sobre la edad biológica). Tal el caso del joven estudiante de Tigre que muere con un balazo en la cara en brazos de su desolada madre. ¿Cómo la Presidenta no tomó inmediatamente su helicóptero hacia esa madre para llevar consuelo y compromiso? Hoy el vandalismo, el piqueterismo politizado y la protesta de tantos desamparados se derraman por las calles con su perfil agresivo. El oficialismo culpable y la mayoría de susurrantes opositores no estuvieron a la altura de la batalla que exige el orden público en un país crispado y conflictivo, donde nunca existió una cultura de respeto ciudadano. El Gobierno empieza a padecer lo que sembró. Tal vez, al ex presidente Néstor Kirchner le espera el destino cómico de ser en sus finales políticos el restaurador de las leyes y del orden? La policía sale a la calle mal equipada. En algunas esquinas del conurbano, hay autos policiales estacionados sin agentes en su interior, como espantapájaros irrisorios. No tienen armamento ni la convicción de ser el brazo armado del Estado, como lo siente cualquier policía del mundo, desde Pekín hasta Nueva York. El oficial del grupo Halcón que murió con un balazo en la cara sabía que el delincuente que trataban de detener estaba armado. En efecto, éste se resistió. La policía no actuó con todo su poder y pagó con la muerte de un jefe. Este es apenas un ejemplo de esa inhibición previa que le impide actuar como toda policía en su tarea normal y ancestral. El gatillo fácil lo tienen en nuestro país los delincuentes. La recuperación social y moral del delincuente es en todas partes (salvo en la Argentina) un episodio posterior al de desactivar su peligrosidad con la energía suficiente para que el representante del Estado y los ciudadanos o bienes amenazados no corran riesgos. La Argentina piensa mal. En muchos campos, vamos contra la experiencia y el buen sentido. Es el país que llega a la indefensión nacional para castigar a un ejército por hechos de hace cuatro décadas. Es el país que indemniza subrepticiamente a quienes participaron de un alzamiento contra el orden democrático. El mismo partido que ordenó aniquilar ese alzamiento siguiendo el pensamiento de defensa del Estado del propio Perón es el que ordenó indemnizar y exculpar a los subversivos. Muchos argentinos ?sobre todo, jóvenes que no vivieron los hechos? recibieron una versión torcida. Por ese camino empiezan a creer que el orden es umbral de fascismo y la anarquía, saludable expresión de libertad. No imaginan que democracia implica un riguroso orden. Sin orden como primer valor, la democracia naufraga inexorablemente. Sea democracia socialista u organización liberal de la comunidad. Hace tiempo que la Argentina se arriesga a vivir más cerca del surrealismo que de la realidad. ¿Será una diversión gratuita o se pagará muy caro, en la medida en que el sector más humilde es el más golpeado por el irrealismo sentimental de los asesinos derrotados? ¿Qué hacer? ¿Qué cantidad de poder tendrá que tener el futuro gobierno democrático después de la demolición institucional de los K y la anarquización, desjerarquización e indisciplina que van de la misma familia al colegio, a la universidad, y que cubre tantos aspectos de la vida comunitaria?
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